El éxito económico de Las Desnudas ha trascendido hasta el punto de que el número de chicas en topless apenas disimulado con el body-paint, que se llevan hasta 500 dólares por día, ha crecido al mismo ritmo que las protestas de algunos vecinos. Unos consideran indecente un espectáculo que se pone al alcance de los niños y otros denuncian las riñas y peleas que surgen cuando algunos de los que se retratan se niegan luego a dejar propina.
"A Times Square viene gente de todo el mundo porque es un poco peculiar y también un poco caótica y hay algo de encanto en eso, pero si se vuelve inseguro y espeluznante se convierte en un problema que tendremos que resolver", señala el concejal Corey Johnson.
El topless en la calle está permitido por las ordenanzas municipales de Nueva York y pasear con el cuerpo desnudo pero pintado entra dentro de las expresiones artísticas protegidas por la Primera Enmienda, así que Las Desnudas tienen la ley de su parte, pero con algunas limitaciones. Lo que sí prohíben las ordenanzas es lo que se denomina la "mendicidad depredadora", es decir la exigencia del pago de las propinas. Debido a la frecuencia de los conflictos con las estatuas humanas, la policía distribuyó folletos informativos entre los turistas advirtiendo que la propina es voluntaria e invitaba a denunciar coacciones y abusos.
Pero no ha sido este el caso de Las Desnudas cuya simpatía forma parte fundamental del éxito de su empresa. Ocurre que el alcalde Bill de Blasio ha advertido que se trata de un negocio que está moviendo cientos de miles de dólares, y que amenaza con desbordarse sin que la ciudad se beneficie de ello. "Seamos realistas -declaró De Blasio-. Las mujeres desnudas o las criaturas peludas de Times Square se dedican a un negocio. Creemos que eso abre la puerta para que nosotros apliquemos normas como se hace con cualquier otro negocio. Y lo haremos sin dejar de respetar los derechos constitucionales".