La satisfacción del Gobierno por la reunión privada de la familia presidencial con el Sumo Pontífice es total. Hasta Awada le contó en su entorno la calidez de Francisco y sus risas por las ocurrencias de la hija menor del matrimonio. El buen humor del Presidente durante y después de la conferencia de prensa, a pesar de un calor abrazador en el despacho del embajador argentino ante la Santa Sede, fue un síntoma de aquel encuentro.
En el medio del día papal, y después de almorzar con su familia en un restaurante cercano a la Plaza San Pedro, Macri se tomó un rato para pasar por el Hotel Meliá, aledaño al Vaticano, donde bajó línea a una treintena de embajadores argentinos en Europa. En un salón colmado, a metros de la piscina y bajo un calor insoportable, el Presidente les pidió "soluciones" y maximizar los recursos para aprovechar el potencial actual del país para vender a la Argentina en el mundo. Acompañado por la canciller, Susana Malcorra, y parte de la delegación, el Jefe de Estado arengó a los diplomáticos y les pidió un esfuerzo con los gastos y los recursos humanos.
"Lo que se les pidió es que con un país que tiene 32,4% de pobres cada uno de nosotros tiene que poner el hombro y mostrar resultados. Y al mismo tiempo estamos en una permanente revisión sobre si estamos en todos los lugares adecuados o si tenemos que estar en algunos lugares nuevos. Y si tenemos que estar en algunos lugares nuevos, cómo encontramos entre todos la forma de abrir esas embajadas o esos consulados de modo tal que el costo sea un costo neutro", explicó la canciller a Infobae después de la reunión.
Aunque evite la palabra "ajuste", Malcorra se refirió al discurso del mandatario ante los embajadores como la manera de "ser efectivos y eficientes y evaluar si la presencia que tenemos es la ideal o si la tenemos que ajustar". "Y si la tenemos que ajustar -siguió la canciller-, la ajustamos entre todos". "El control de gasto es el mismo mensaje que tiene la administración en general", agregó Malcorra en el transitado lobby del Hotel De Russie, ya entrada la tarde en Roma, cuando el calor otoñal había empezado a aflojar y la Piazza del Popolo comenzaba a atestarse de turistas.