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Los insectos que se camuflaron por más de 100 millones de años

Este comportamiento ya era habitual en el Cretácico medio. Él éxito evolutivo de los insectos tiene mucho que ver con su habilidad para camuflarse.

Una de las estrategias consiste en la recolectar materiales del entorno y ocultarse con ellos, pero en el registro fósil apenas quedan huellas de este tipo de actividad -sólo un ejemplo de la era Mesozoica en España- y se conoce poco de los primeros episodios en la evolución de este comportamiento. Pero ahora un estudio que publica la revista Science Advances muestra una variada colección de insectos preservados en ámbar mientras realizaban esta actividad en aquel momento de la historia, hace más de 100 millones de años; restos que datan del período Cretático y que proceden de lugares como Birmania, Francia o Líbano.

Entre los especímenes que han llegado hasta nuestros días se encuentran las larvas más antiguas conocidas de crisopas verdes, larvas de mirmeleóntidos (conocidas como hormigas león) y redúvidos (como las chinches asesinas). Estos fósiles constituyen la prueba más antigua de camuflaje de insectos a base de desechos, lo que indica que este comportamiento ya se había extendido en el Cretácico medio y ofrece un nuevo punto de vista sobre una de las primeras asociaciones entre insectos y plantas

Diversas estrategias. Un mismo fin

Camuflarse sirviéndose de los restos que ofrece el hábitat natural es un comportamiento tan complejo que no sólo requiere por parte de los insectos la capacidad de reconocer, acumular y transportar los materiales que les sean de utilidad: también es necesario algún tipo de adaptación en su morfología. "Las larvas de las crisopas exhiben una serie de túbulos en tórax y abdomen que forman una cesta en su dorso que ya no se observa en los individuos actuales. Las de mirmeleóntidos, por su parte, poseen una gruesa esterilla de setas filamentosas al dorso para anclar restos allí. Y lo redúvidos poseían unos anclajes en forma de seta en el dorso que utilizaban para adherir polvo y resto, como los individuos actuales", explica a EL MUNDO Wang Bo, del Instituto Nanjing de Geología y Paleontología de la Academia China de Ciencias.

Estos antiguos insectos utilizaban gran variedad de material de desecho, incluidos los exoesqueletos de otros individuos, granos de arena, polvo del suelo, tricomas de hojas de gleicheniáceas -una familia de helechos- o fibras de madera. Cada especie llegó a dominar el arte del disfraz a través de diferentes caminos porque la vida les iba en ello: "Los restos les sirven de camuflaje cuando acechan a sus presas, de barrera física para atacar y también les ayudan a protegerse de los depredadores", enumera Bo.

Particular importancia tiene haber encontrado en ámbar a los insectos junto a restos de helechos en los fósiles de Birmania. Las gleicheniáceas eran parte importante de la flora del Cretácico medio a lo largo del mundo y se piensa que eran uno de los primeros colonizadores del suelo tras los incendios que se producían por aquel entonces. "Algunos investigadores creen que la dispersión de plantas con flores en el Cretácico se vio facilitada por un nuevo régimen de incendios", afirma Bo. Incendios que también facilitaron que los insectos encontrasen su hueco en la naturaleza. "Las asociaciones ecológicas entre plantas e insectos son bastante complicadas e incluyen muchos tipos que tienen que ver, por ejemplo, con la alimentación o la polinización. Nuestros fósiles sólo son la prueba más antigua de que los insectos transportaban este tipo de desechos", entre ellos, los de las plantas, comenta Bo. Fuego, plantas e insectos. Un cóctel del que se sirvió la evolución y que del que ahora el ámbar nos ha desvelado su receta. (Fuente: El Mundo).