Camuflarse sirviéndose de los restos que ofrece el hábitat natural es un comportamiento tan complejo que no sólo requiere por parte de los insectos la capacidad de reconocer, acumular y transportar los materiales que les sean de utilidad: también es necesario algún tipo de adaptación en su morfología. "Las larvas de las crisopas exhiben una serie de túbulos en tórax y abdomen que forman una cesta en su dorso que ya no se observa en los individuos actuales. Las de mirmeleóntidos, por su parte, poseen una gruesa esterilla de setas filamentosas al dorso para anclar restos allí. Y lo redúvidos poseían unos anclajes en forma de seta en el dorso que utilizaban para adherir polvo y resto, como los individuos actuales", explica a EL MUNDO Wang Bo, del Instituto Nanjing de Geología y Paleontología de la Academia China de Ciencias.Estos antiguos insectos utilizaban gran variedad de material de desecho, incluidos los exoesqueletos de otros individuos, granos de arena, polvo del suelo, tricomas de hojas de gleicheniáceas -una familia de helechos- o fibras de madera. Cada especie llegó a dominar el arte del disfraz a través de diferentes caminos porque la vida les iba en ello: "Los restos les sirven de camuflaje cuando acechan a sus presas, de barrera física para atacar y también les ayudan a protegerse de los depredadores", enumera Bo.Particular importancia tiene haber encontrado en ámbar a los insectos junto a restos de helechos en los fósiles de Birmania. Las gleicheniáceas eran parte importante de la flora del Cretácico medio a lo largo del mundo y se piensa que eran uno de los primeros colonizadores del suelo tras los incendios que se producían por aquel entonces. "Algunos investigadores creen que la dispersión de plantas con flores en el Cretácico se vio facilitada por un nuevo régimen de incendios", afirma Bo. Incendios que también facilitaron que los insectos encontrasen su hueco en la naturaleza. "Las asociaciones ecológicas entre plantas e insectos son bastante complicadas e incluyen muchos tipos que tienen que ver, por ejemplo, con la alimentación o la polinización. Nuestros fósiles sólo son la prueba más antigua de que los insectos transportaban este tipo de desechos", entre ellos, los de las plantas, comenta Bo. Fuego, plantas e insectos. Un cóctel del que se sirvió la evolución y que del que ahora el ámbar nos ha desvelado su receta. (Fuente: El Mundo).