Les empezás a importar desde el mismo instante en que decidiste darte de baja. No difiere de empresa en empresa, desde televisión satelital, hasta telefonía fija o móvil pasando por Internet, todas funcionan igual. Que aparezca alguna falla en los servicios básicos puede resultar una pesadilla sin fin para los usuarios, pero esa sensación se vuelve todavía peor cuando se quiere reclamar ante alguna de las líneas gratuitas. El panorama es irritante: atención despersonalizada, mensajes grabados y una seguidilla de opciones que no hacen más que demorar una respuesta que, muchas veces, directamente nunca llega. Reclamás hasta el hartazgo, improvisás, ingenuamente pensás en hacer caer en la trampa al vendedor de promociones que te atenderá si elegís otro número distinto al de reclamos y soñás con que puedan redireccionarte o darte, de pura buena onda, el interno correcto, ese en el que haya un empleado de carne y hueso que, además, pueda darte una respuesta convincente. Como tu vida sigue más allá del reclamo porque el servicio que contrataste falla, las primeras cinco llamadas, que te consumieron 40 minutos las hacés de pie, estoica al lado del teléfono. Ya pusiste en altavoz, para podes seguir con tus actividades y cada tanto regresás corriendo al teléfono porque escuchaste un sonido diferente y todo te hace pensar que serás atendido, pero no. Me sucedió el mes pasado, con la tormenta que causó estragos en Paraná, el servicio de televisión satelital se interrumpió y demoraron dos semanas en corregir el problema. Decidimos cambiar de empresa, entre otras cuestiones, por la demora en la restitución del servicio. Finalmente, y con toda la burocracia del mundo, logramos los pasos para rescindir el contrato.