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La viuda de Robin Williams relató el infierno que vivió antes de su muerte

Su mujer narra en una revista médica el infierno que lo llevó al suicidio.

Susan Schneider Williams, viuda de Robin Williams, ha publicado en "Neurology" un diario en el que narra el infierno que vivió el actor antes de suicidarse, en 2014. En el texto titulado "El terrorista dentro del cerebro de mi marido", habla de su pérdida y del deterioro mental del intérprete en sus últimos meses de vida, hasta su muerte, a los 63 años."Robin estaba perdiendo la cabeza y era consciente de ello. ¿Pueden imaginar la pena que sintió al sentir que se estaba desintegrando?", escribe la viuda. Williams padecía demencia de los cuerpos de Lewy (conocida como LBD, por sus siglas en inglés), algo que él mismo desconocía. Sus síntomas son parecidos a los del alzheimer y el parkinson.La "explosión de síntomas" empezó en octubre de 2013, según Susan, en el segundo aniversario de su boda. "Su miedo y ansiedad alcanzaron un punto alarmante. Yo me preguntaba en privado si mi marido se estaba volviendo hipocondriaco", escribe en el diario. "En los diez meses siguientes, el actor sufrió paranoia, delirios e insomnio, por nombra solo algunas de sus afecciones. En abril de 2014 sufrió un ataque de pánico, cuando estaba en Vancuver por el rodaje de "Noche en el museo: secreto de la tumba"". De repente, "le costaba recordar una sola línea de guión". Solo tres años antes, Williams había sido capaz de representar durante cinco meses una obra de teatro con dos funciones diarias y cientos de líneas sin cometer un solo error. "La pérdida de memoria y su incapacidad para controlar la ansiedad lo estaban destrozando"."Nunca llegué a saber la verdadera profundidad de su sufrimiento no lo dura que fue su lucha", admite su viuda, "pero vi al hombre más valiente del mundo interpretando el papel más duro de su vida". Con sus palabras, Susan Schneider espera "ayudar a entender un poco mejor a otros pacientes, a sus parejas y a sus cuidadores".Susan solo supo que Robin padecía LBD tres meses antes de su muerte. Hasta cuatro médicos le explicaron que era uno de los peores casos que habían visto. "No solo perdí a mi marido. Perdí a mi mejor amigo", añade en un relato que en muchos momentos es una carta de amor.Después de innumerables pruebas, los médicos no daban con la enfermedad y los síntomas seguían empeorando. La psicoterapia apenas era una ayuda. "Cuánto me habría gustado que él supiera la enfermedad contra la que estaba luchando, y que su estado no se debía a debilidad de corazón, espíritu o carácter".Otro problema que sufrió Williams es su especial sensibilidad a los medicamentos, que le provocaban reacciones impredecibles, algo común a los enfermos de LBD. "El seguía diciendo que solo tenía que reiniciar su cerebro", prosigue el relato. El 28 de mayo le diagnosticaron parkinson, pero "de alguna manera", su vida sabía que no era solo eso. Él preguntaba si tenía alzheimer, demencia o esquizofrenia, pero todas las pruebas daban resultados negativos.Él seguía haciendo terapia, bicicleta, yoga, meditación y trabajando con su entrenador, pero nada parecía funcionar y aliviarle los síntomas. Su estado físico empezó a deteriorarse también. Hacia el final, podía estar lúcido un minuto y completamente en blanco los cinco siguientes, "perdido en la confusión". Tuvo todos los síntomas de la enfermedad, más de cuarenta, excepto uno: "Nunca dijo que sufría alucinaciones". Lo más probable, confiesa ahora su viuda, es que se las guardara para sí mismo.Sus últimas palabras fueron: "Buenas noches, mi amor". El 11 de agosto no se levantó. Susan siguió investigando sobre la enfermedad y ahora trabaja para la American Brain Foundation. Al final se decidió a contar su historia y compartir sus experiencias, con la esperanza de ayudar a otros.

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