"
San Juan 8 > Primicias

Estas son las cosas que los hijos les ocultan a sus padres

La primera relación sexual, los deseos, los fracasos, las dudas acerca de por dónde ir. Hay un momento en que los hijos se vuelven puro hermetismo. Es el caso de Lara, del programa de TV “Silencios de familia”, quien intenta perder su virginidad y... ¿necesita conservar el secreto?

Ocultar significa no decir algo de forma voluntaria. Callar algo que debe decirse. Pero también puede significar no decir algo para esconderlo, para que los demás no se enteren. O sea, se podrá callar para no generar un problema a alguien o a uno mismo.

 

Hay silencios objetivos, que serían la ausencia de sonido, y silencios subjetivos que nos indican una pausa reflexiva, la del pensar. Este tipo de silencio es algo que en la adolescencia podrá ser una conquista.

 

La temática del secreto, en cambio, es un arco que atraviesa desde la condición vital en un chico para la creación de pensamientos nuevos, pasando por el derecho a decidir qué habrá o no de comunicarse hasta generar así el núcleo de toda intimidad.

 

Hay secretos y secretos

 

Están esos secretos que hacen a situaciones en las que algo que se sabe deja de circular porque se lo censura o se impone la prohibición de hablar o pensar. Y este tipo de secretos siempre tienen efectos. En general no del todo buenos. Y también los que marcan el derecho a guardar íntimamente pensamientos que forman parte de un pasaje necesario hacia un proceso de autonomía, en el que se van constituyendo los niños y adolescentes.

 

 

“Mauro se va a su pieza, cierra la puerta y chau. Desapareció y lo perdimos…”

 

Siempre y cuando la pieza y lo que en ella se haga no se transforme en una fortificación de la época de las Cruzadas y o un agujero negro, el derecho al secreto crea un espacio psíquico que se habita. Espacio para crear pensamientos o acciones que no están abiertos a la mirada de los otros.

 

“Casi no habla! cuando le preguntamos como le fue a lo sumo le arrancás un: see! – nee! --bien – nada” ¡El mismo que antes no paraba de emitir sonidos y no hacía ni una pausa!

 

¿Será que la comunicación deja de ser tan transparente?

 

Sus cabezas pasan a ser espacios propios, también a resguardo de los pensamientos y significaciones impuestos desde los otros.

 

Ese pasaje de un mundo en el que creían que los grandes lo sabíamos todo… al de la duda, la interrogación y el poder procurarse un saber propio.

 

 

Lo íntimo

 

Y cuando hay respeto por lo íntimo, cuando se hace el esfuerzo de respetarlo, el vínculo con el otro puede ser placentero a la vez que la vida interna puede ser muy creativa. De lo contrario, el vínculo se vuelve invasivo y el espacio interno se puede sentir como peligroso.

 

Las adolescencias transcurren como tiempos de armado de lo íntimo, eso que tiene que ver con uno mismo y para el cual se aplica el derecho al secreto. E incluso aun el derecho a la mentira.

 

Pero también existen aspectos de la vida de cada uno que no se comparten con otros. Que son solo de uno. Y esto último vale tanto para grandes como para los chicos.

 

Lo íntimo por un lado y por el otro lo público, el espacio de lo social donde las tramas y las reglas deberían ser conocidas, con mayor transparencia.

 

Y entre ambos, lo privado, el espacio de la familia y el de la vida con los grupos y, fundamentalmente con el grupo de los amigos. Ese espacio de construcción donde se producen los intercambios entre lo público y lo íntimo.

 

Acaso los adultos , y sobre todo algunas madres , quizás por miedo, quizás por curiosidad, o vaya uno a saber porqué, se han visto tentados a meterse en la habitación de sus hijos adolescentes, a examinar el contenido de sus placares, mochilas o el facebook , o leer sus mails y revisar conversaciones que entre amigos se comparten, ¿buscando saber de que hablan? ¿Experiencias sexuales propias o ajenas tal vez? ¿Cuestiones de sustancias o prácticas de cierto riesgo?

 

¡Y, sí! La adolescencia es una zona claramente de riesgo porque no están ni en un lugar ni en otro, y están viendo hasta dónde llegan. Eso también es ir haciendo experiencia.

 

Sincericidos

 

“Te llamó tu amiga, la vieja, comenta Mora (14) durante la cena: ¿Cómo vieja, si tiene 42, como yo? , dice la madre. Y sí, ¡ma! vieja… ¡como vos! ¿o no te viste en el espejo las arrugas que tenés?”

 

¿Qué fue de aquella tierna y dulce niña, con quien compartían juegos y cuentos, plaza y caricias? ¿Como fue que devino en esta, bastante cruel y demasiado sincera adolescente? ¿Hace falta?

 

A veces, serán los padres los que le impongan silencio, como cuando se invita al pibe/a en cuestión a que se calle o a que guarde para sí determinados sentimientos. También como una forma de cuidarlos. Cuando el limitar también es cuidado.

 

Y porque aún en las adolescencias no siempre se puede decir todo lo que se piensa, en especial cuando con eso que se dice podemos lastimar.

 

Me gusta pensar en lo que Luis Pescetti, escritor y compositor argentino, comparte con generosidad, como casi todo lo que él hace y es : “que lo que se aprende no se hereda, se transmite, se enseña, pero no se hereda”.

 

Porque tampoco es que ya el adulto no tenga nada que enseñar o transmitir.

 

Alguien dijo que la adolescencia podrá ser un transcurrir por caminos ruidosos, pero también está destinada a conocer las alegrías más fuertes, los primeros amores, la amistad y de armar experiencias para poder elegir caminos posibles para seguir.

 

Será cuestión de generar confianza y acompañar adolescencias, entre los ruidos y el silencio.

 

Fuente: entremujeres