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Cuál fue el impacto en la salud mental tras un intenso año electoral

En EE.UU. se describió un “trastorno” que sufrieron los votantes en una reñida contienda comicial. Los síntomas incluían “irritabilidad, ansiedad, temores y angustia”. Profesionales locales proponen una mirada crítica y esperanzadora sobre Argentina, al concluir 2015

Post Election Selection Trauma (PEST) o Trauma Post electoral es un término que usó un psicólogo de EE.UU., Robert J. Gordon en 2004, para describir el estado en que se encontraban los votantes de Kerry tras la contienda electoral de la que resultó reelecto Bush (hijo).

Gordon reunió a ciudadanos cuyo candidato había perdido, en sesiones de terapia de grupo por los niveles de depresión, ira, temor y desconcierto que sentían.

El Trauma Post electoral no está incluido en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM V), de la Asociación Americana de Psiquiatría; al que gran parte de los especialistas del campo de Salud Mental en el mundo adhieren y recurren para describir, diagnosticar y tratar a las personas. 

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Aunque el concepto fue puesto en agenda recientemente por algunos medios –y profesionales de consulta frecuente en los medios– para describir lo que ellos observan en su práctica cotidiana o en el “humor colectivo” en la Argentina, antes y luego del balotaje. 

Por caso, en un informe de Perfil.com titulado “Expertos explican qué es el «síndrome de estrés post electoral» y cómo se lo supera”, la psicóloga Fabiana Castro Cabral sostiene que “las principales características de este síndrome son el desánimo, la falta de confianza en el proceso electoral puntual pero también en las instituciones; la indignación, la desolación, la falta de esperanza, la rabia y la apatía. Generalmente lo padecen quienes «perdieron», pero también puede ser que los votantes del candidato ganador lo experimenten, especialmente en un balotaje si no se votó el candidato deseado sino al «menos malo» o al que más se acercaba a los intereses particulares de cada uno”.

“Esta condición se asemeja a un duelo y, por ende, las etapas que deben atravesarse hasta hacer propia o asumir la nueva realidad son las cinco definidas por la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kubler Ross: negación, ira o enojo, negociación, depresión y finalmente aceptación. Generalmente, el tiempo que lleva este síndrome es más acotado que un duelo por fallecimiento, aunque eso dependerá de las características y la realidad de cada persona”, dice en el mismo informe, por su parte, Daniel López Rosetti, jefe del servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro, de Buenos Aires.

Hasta en lo más íntimo

Para conocer los alcances que estos fenómenos asumieron y asumen en Santa Fe, Diario UNO dialogó con el psiquiatra Carlos Mussi y con el licenciado en Psicología Carlos Ponce.

Consultado inicialmente Mussi –quien también es docente de grado y/o posgrado en la UNL, la UADER y en la UCA–, ofreció una mirada particular que no pretende ser generalizadora, construida desde su experiencia clínica y docente.

—Tuvimos un intenso año electoral que se dirimió entre dos alternativas. En ese contexto, hubo o hay sectores de la sociedad “divididos”. En la pareja, la familia, con los amigos y hasta en los medios y redes sociales, la discusión por momentos fue muy violenta. ¿Cree que fue así? ¿Qué análisis puede hacer?

—Absolutamente. Todos, en mayor o menor medida, hemos sido sujetos activos y testigos de esos cambios en el plano de los vínculos más íntimos y sociales (amistades, compañeros de estudio o de trabajo, etc.). El problema desde mi perspectiva no ha sido el grado de conflictividad con ciertos ribetes de violencia, sino la negación o la imposibilidad de resolver los dilemas o antinomias. Debemos asumir que el conflicto es parte constitutiva de la naturaleza humana, ya que somos potencialmente seres ambivalentes y contradictorios: Amamos y odiamos, aceptamos y rechazamos a un ser querido al mismo tiempo. Ya sea que se trate de la mente humana, una familia o una sociedad, “enferma”, cuando se clausura la posibilidad de dialectización (tesis, antítesis y síntesis) de los conflictos –puesto que se invisibiliza y desprecia al otro como sujeto dialógico– se clausura también lo esencial para la tramitación exitosa de las cuestiones dilemáticas. Entiendo que éste es uno de los fenómenos que ha ocurrido.

Pequeña/gran imagen de lo social

—Muchos seguramente se identificaron con esos proyectos en pugna y eso fue acompañado de ansiedades, incertidumbres y temores; luego, de frustraciones o alegrías, entre otras emociones. ¿Cree que es así? ¿Cómo impacta en lo individual y en lo colectivo?

—Eso es así. Pero tengo una visión optimista al respecto, en virtud de que a lo largo de mi experiencia profesional de más de 30 años he podido constar –una y otra vez y a lo largo de las diversas crisis por las que hemos tenido que transitar– que cada ser humano y sociedad poseen un potencial inmenso de recursos con posibilidad de transformar la adversidad en grandes empresas personales y colectivas.

—En en su práctica cotidiana o en su entorno, ¿vio a personas particularmente afectadas?

—Efectivamente, ya que la práctica clínica desplegada desde un consultorio funciona como un laboratorio micro-social donde se ve reflejado el universo de los problemas que atañen a una sociedad.

—¿Qué recomendaciones haría a quienes se sienten perturbados por estas realidades (la que proponen los medios, las redes sociales o bien los diversos “relatos”)?

—Creo que todos tenemos una gran responsabilidad colectiva y un compromiso ético ineludible e impostergable, por el bien de las personas afectadas y de las generaciones futuras: actuar con el mayor grado de consciencia y participación a los fines de llevar adelante un proceso personal y colectivo de “descontaminación de los relatos”, reparación y pacificación de los vínculos en todas las esferas posibles. Resuenan dentro mío las palabras del Santo Padre cuando nos convoca y nos exhorta hacia una “cultura del encuentro”. Que así sea. 

El diálogo que no fue

Por su parte Ponce –quien es Licenciado en Psicología por la UCSF–consideró que “2015 ha sido un año con una intensa actividad política; y como en todas las áreas de la vida, siempre que uno se encuentra sobrecargado por una situación (a la que muchas veces no desea asistir), se produce un gran desgaste”.

“Esto–enumeró– en el trabajo, en lo personal, en los vínculos con los otros, en la familia y en la pareja. Y muchas veces este desgaste puede que haya estado vinculado con la presencia de conflictos; aunque considero que como en otros asuntos, más por una falta de diálogo profundo y respetuoso de las perspectivas de los otros, que por la diferencia misma”. 

Y reflexionó: “Siempre hay diferencias de opinión. No existen blancos o negros en términos absolutos. Y es todo un desafío y un ejercicio pendiente –que nos debemos en lo personal y como sociedad–, el aprender a encontrar los matices. Siempre queremos tener la razón. Pero debemos recordar que la convivencia con nuestros compañeros de trabajo y nuestros afectos continúa en lo cotidiano, más allá de estos acontecimientos” políticos.

Por otra parte, explicó que otro de los desafíos es tratar de desprenderse de la carga afectiva y pasional que, en mayor o menor medida, acompaña a la adhesión a un candidato u otro en una contienda electoral.

“Las Ciencias Sociales han estudiado los fenómenos de identificación entre los líderes y los colectivos que éstos encabezan, encontrando interesantes fenómenos que se producen desde lo afectivo y lo ideológico. No obstante, estos fenómenos de identificación han sido intensos y duraderos en algunos casos, y efímeros y pasajeros en otros”, dijo en ese sentido.

Y agregó: “Por ello, si bien no podemos desestimar la importancia e influencia de lo afectivo en los aspectos electorales, debemos recordar que, como en otras áreas de la vida, una vez que pasa la euforia siempre vuelve la calma”.

“Entonces, aunque nos hayamos visto expuestos en repetidas ocasiones a estos afectos, con el consecuente desgaste que ello implica, como individuos estamos altamente preparados para sobreponernos al estrés; y como sociedad tenemos una vasta experiencia que nos confirma que podemos encontrarnos con nuestros recursos y valores para hacer frente a las diversas situaciones de estrés y desgaste que se nos presentan”, propuso Carlos Ponce.

Vivir y hablar sin tantas pantallas

—¿Qué recomendaría a aquellas personas que están o se sienten afectadas concluido este año electoral?

—En general, que sean cautos a la hora de asignar realidad a lo que se presenta como “los hechos”, puesto que no existe una forma única de ver “la realidad” sino que cada uno construye realidades propias en relación a la historia personal, su forma de ver el mundo, sus intereses en la vida, sus deseos, sus expectativas. Por tanto, por un lado, no adelantarnos tanto a los hechos, intentar pensar más fríamente, como a veces se dice.

Fundamentalmente, Ponce aconsejó encontrar tiempos y espacios para sustraerse de los diversos medios que siguen reproduciendo los acontecimientos, recordando y manteniendo en agenda los mismos temas y las mismas discusiones que afectaron o afectan. 

E insistió en que no todo es necesariamente como lo proponen o como la propia persona lo ve. 

“Debemos intentar no estar tan involucrados con la fuente de información, buscar otros intereses, actividades que nos conecten con lo placentero, con lo saludable. Y por último, debemos insistir en el hecho de que existen matices y alternativas a lo que consideramos problemático; y que hay otras formas para la resolución de conflictos.

Y cerró: “Los conflictos nos pueden servir para crecer, intercambiar ideas, ampliar nuestros puntos de vista y fortalecer nuestros vínculos, incrementando el diálogo y el encuentro con los otros. 

“La vida sigue”

El profesor de psicología Allen McConnell, de la Universidad de Miami en Ohio, sostiene que, generalmente, “cuando las personas piensan en acontecimientos que pueden darles mucha felicidad o mucha tristeza, tienden a sobreestimar la intensidad de esos sentimientos y su duración”.

““Quienes hayan votado por el candidato derrotado estarán seguramente tristes y molestos, pero no se dan cuenta de lo rápido que lo superarán, cuando empiecen a preocuparse de nuevo por las cosas del día a día”, asegura. 

“Aún así –agrega McConnell– “no se debe presionar a las personas que están apesadumbradas por las elecciones para que salgan de ese ciclo”. Y no se puede hacer mucho de antemano, excepto recordarles que la vida sigue”.